1 jun 2013

DEFENSA LÍRICA DE "SOÑAR DESPIERTOS"

PARA NO RENUNCIAR AL ENTUSIASMO, de Eduardo García (La vida nueva) 



Soñar despiertos siempre

para que los insectos de la herrumbre nos permitan tejer sin telarañas

para ser el hervor la levadura

y no el cemento gris que repta por los muros

pan crujiente en el horno del sol del mediodía fruta madura vértigo

y nunca más sedientos de imposible

reconocernos en el barro de un parabrisas sucio

soñar despiertos siempre

olvidar el autobús cautivo de su ruta el maquinal semáforo los maniquíes ciegos

abandonar el dique seco de los formularios la astucia del burócrata destilando en la tinta su cianuro

dar la espalda sin miedo a cuanto esperan de nosotros aquellos que veneran dos tristes palmos de suelo bajo sus pies

porque es vasta la tierra y a nadie pertenece su clamor

como nadie puede calcular la trayectoria de una grieta en un témpano de hielo

pero ahí está

desafiando la maquinaria de los astros

fiel a su andadura irregular a la belleza

de lo que niega toda simetría soñar

como rasga el torrente la maleza felino por instinto

despreciando

la fría servidumbre de los surtidores el agua encadenada a geometría

soñar despiertos siempre

para no obedecer la ley del amo las consignas

de los ventrílocuos feroces acudir

al futuro que llama a nuestra puerta pidiendo realidad

porque podemos esculpir la vida verdadera

escuchar la llamada de los sueños para rendir la piedra a nuestro afán

abrir surco en las calles sembrándolas de estrellas y de pájaros

de alamedas de cisnes regueros de palomas corrientes submarinas

una extensión de labios que sonríen de juncos que se mecen de amazonas

soñar despiertos siempre

para no renunciar al entusiasmo

y que el hombre no olvide su vocación de nube el súbito

resplandor incendiando su mirada


alfarero del mundo comadrona

que asiste al parto de sus propios sueños.




SOBRE LAS VENTAJAS DE SOÑAR, de Gioconda Belli 
Soñar no cuesta nada.
Contrario a cuanto ejercicio hoy se nos recomienda,
no requiere de zapatos, ni ropa adecuada.
No nos pide sudar o quemar calorías.
Ni calcular el posible daño o provecho
para nuestra salud.
No es tampoco un hábito
cuya repetición pueda conducirnos a cáncer del pulmón
o de cualquier otra parte del cuerpo.

Soñar no daña la ecología,
ni atenta contra la capa de ozono.

No aumenta el colesterol,
ni fomenta la crueldad contra los animales.
Soñar no afecta los reflejos,
ni causa daños congénitos.
No es dañino para las mujeres embarazadas,
ni inhibe la lactancia materna.
Soñar es un deporte barato.
No requiere de equipo sofisticado,
ni de constante y agotador entrenamiento.


No se puede decir, sin embargo,
que no cause riesgos al corazón.
Sin embargo, hasta el momento,
no se ha encontrado base científica para
contraindicar los sueños.
aunque los argumentos en favor de su extinción
se fabrican a diario.

Yo sostengo que soñar continúa siendo una práctica
subversiva,
con una deliciosa, pero lícita, peligrosidad;
un hábito difícil de erradicar,
cuya ternura y perseverancia
sigue teniendo la innata capacidad de conmover
y abrir ranuras, por pequeñas que sean,
en corazas bien armadas y aparentemente impenetrables.


Si quiere practicar una actividad de bajo costo,
bajo riesgo, y sin ninguna susceptibilidad a las altas y bajas
del mercado,
le aconsejo soñar,
y no permitir que nadie lo convenza
de que no sigue usted siendo dueño, al menos,
del inmenso poder de su imaginación.

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