¡¡Haciendo memoria y buceando en los archivos del ordenador...he encontrado mi primera reseña publicada en una revista de Granada!! Fue en Marzo del 2009 en la hermosa revista "Extramuros" que dirige Francisco Acuyo y Raquel Serrano y en la que que colabora ocasionalmente mi amiga Palma Amorós.
Bocetos y sonetos, un título dual para una pareja singular de poetas: José María
López Sánchez, psiquiatra y J. M. López Medina, arquitecto (“no mucho” según él
porque le gusta “levantarle la falda a las palabras”). Al estilo de los Moratín
o los Dumas este padre le ha transmitido su pasión por la poesía y la ha hecho
suya.
Además de las concomitancias que señalaremos, la igualdad de sus
nombres puede provocar algunos equívocos, nos referiremos a su segundo
apellido. Del conocido psiquiatra también reseñamos su Poesía secreta que sirve para conocer en profundidad su recorrido
literario (presenta poemas escritos desde 1965 hasta 2007) y su perfil humano.
Además, tenemos en cuenta sus importantes incursiones teatrales (escribió y
dirigió), sus cuentos publicados en la prensa y recopilados en el 2000 con el
libro Cuarenta y cinco historias de la
parentela. En 2007 publicó Burlescos.
El título del citado libro procede de una dedicatoria de Rafael Guillén, le indicó que le habían dicho que era de la poesía secreta, porque tenía fama de “escribir para sepultar”. Además, en la sugerente portada aparece el siguiente subtítulo: Lírica contra la alexitimia.
En su “Evocación de poetas” quiere airear versos y datos
biográficos desde la perspectiva de que la propia vida es la primera obra.
Destaca cuatro poetas que le habitan desde su adolescencia y sintetiza su
influencia con un término: Lope de Vega o la inspiración, Valle-Inclán o la
musicalidad, Rubén Darío o la sonoridad, Pedro Salinas o la intimidad. Como
otras lecturas “vivificadoras” –en palabras del autor-cita a: Garcilaso, San
Juan de la Cruz ,
Unamuno, Machado, Borges, Benedetti, Neruda, Ángel González, Rafael Guillén…
Las páginas tituladas “Orillando el pensamiento creador”
contienen un subtítulo revelador: “Solicitando
la poesía para el lenguaje y para la salud”.
En el prólogo Rosario Ruiz Castro defiende la soledad como
condición indispensable para la expresión poética, el amor… Considera el poema
de López Medina “la verbalización de una cadencia que mueve la acción”, en la
que se perciben elementos de tensión y los propios de un escenario… Retoma la
idea clásica de la palabra como música y la vida como hecho teatral. Además, en
los siguientes epígrafes hace un estudio pormenorizado de su obra poética: “en
busca de uno mismo” y “el tiempo y la memoria”.
La organización del libro es
cronológica y percibimos su evolución y las influencias de las que se nutre.
Recoge en quince secciones sus poemas, hasta el 67 los titula, de ahí en
adelante suelen aparecer los propios años de creación como hitos en el
recorrido de su lectura. Indicamos los primeros: Homenaje, Primera Navidad,
Aportación de fe e Itinerario a lo largo del nombre.
Algunas constantes son: atención a lo más humano que nos constituye,
preferencia por los detalles y las imágenes que ilustran gestos y
comportamientos, elementos entrañables de su vida…Se ilustra lo anterior con
algunos poemas de diferentes épocas: “migajas en los dedos”, “fresas salvajes”,
“dios en el parque”, “reconozco la hierba en el camino”, “la tarde del jueves
de enero”, “la cama fue una orquesta”, “tú y yo que lo hemos reído todo”…
Su poética aparece al final y aporta
unas claves interpretativas, entresacamos estos versos:
Fantasmal laberinto hecho de tiempo.
Angelical hallazgo si lo alcanzo
con el esfuerzo.
Si nos acercamos a la lectura de Bocetos y sonetos descubriremos dos
universos singulares, una voz asentada con la quietud que dan los años y las
lecturas y otra atrevida y sugerente que disfruta con sus primeros pasos y
descubrimientos. Los títulos que aparecen en el interior ilustran lo anterior:
López Sánchez presenta Treinta sonetos y
una lira (con su habitual insistencia en los números y con un elemento
clásico para referirse a un gran contemporáneo, Ángel González), por su parte
López Medina ofrece sus Bocetos
interiores.
Coincidiendo incluso en el número de poemas, el citado arquitecto
ofrece otro paralelismo con su padre: dedica su última composición a Joaquín
Sabina. Precisamente tiene un ritmo interno muy similar a algunas de sus
canciones y ante todo un tono “descarado” que el lector ya percibe en otros
momentos.
Si López Medina alude a la muerte del gran poeta y lo considera
“ángel alado”, también califica a Sabina “culpable de todo esto”. Entresacamos
estos versos del poema titulado “Catarsis” (un nuevo guiño al Clasicismo en el molde con una temática
renovadora):
Malditos sean los libros
de sonetos
Que a uno le dio por
frecuentar un día,
Maldita mi afición y sus
decretos,
Maldita mi adicción al
diccionario.
Resulta curioso que tome el tópico del cuerpo como edificio,
relacionado también con su profesión y se refiere a la “puerta abierta”, “las
cerraduras”, “el umbral de su regreso” o “los adarves” (López Sánchez aludirá
por ejemplo a los “rincones” del cuerpo, los dos tienen un tinte erótico
bastante marcado y sugerente) La adecuación de otros códigos al poético
consigue un efecto muy acertado: propone una receta en la que hay que batir las
palabras o una gimnasia del desprecio. Incluso conjuga elementos de otros
países: el magnífico y sintético poema “Bona pettit” o “El sueño porteño mal
gestionado”.
Otro rasgo destacado consiste en el uso de términos propios de la Arquitectura como la
recta, la asimetría… o de la
Economía “tendré que inventariarte”. Además esta voz
polifónica reproduce otro registro casi coloquial: “fila india”, “me caigo de
un guindo”…
Por otra parte, los sonetos de López Sánchez continúan los rasgos
que llamaban la atención al final de los textos que se recogían en Poesía secreta. Las sugerencias eróticas
se marcan más, así como las creaciones léxicas (“poquedades”, “endudado”…) y
las alegorías curiosas (su particular “Oficina de Asuntos Interiores” o el
poema titulado “La fiesta de la baraja” con personajes como el Caballo en
Carrera, Copas de Vino o Reina de Saba).
La gran influencia de la música resulta muy marcada (en poemas
como “El jazz te nombra”, “Novena de Bethoven” o “El pianista”). El sentimiento
de deuda y agradecimiento lo muestra en las variadas citas que introducen
algunos poemas, desde Gioconda Belli a Félix Grande pasando por Quevedo o San Juan; incluso uno
de sus títulos resulta revelador: “Flaubert quería hacer una novela sobre
nada”.
Las referencias metapoéticas son comunes en los dos poetas, el más
joven lo modula así:
Complacientes
palabras calculadas
Obedientes, que
ocupan su lugar.
Padre e hijo, cada uno en su estética, combinan acertadamente
elementos de la tradición y la vanguardia, siguiendo los ecos de los grandes
del 27; en esta síntesis peculiar reside parte de su logro y gran belleza
estética. Además, cuentan con un sentido del ritmo muy particular.
La lectura de estos libros resulta
deliciosa, permite disfrutar los versos cargados de sentido e ironía.
Además una buena noticia desde entonces:
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