En el número 10 de la revista TERRAL (Málaga) que editan Lola Buendía y Enrique Bodero apareció esta crítica sobre un gran narrador. Hice un repaso sobre otros libros y me centré en "El camino de los ingleses". Os recomiendo vivamente el libro y la película. Tuve la suerte de presentarle en el "Aula de Literatura" de Mérida, allá por el 2007.
ANTONIO
SOLER: UN MAESTRO.
Con Juan Marsé. |
Este escritor malagueño, nacido en 1956, también ha sido guionista de cine y televisión y colabora habitualmente en la prensa. Otro proyecto interesante en el que ha colaborado ha sido el volumen colectivo titulado Dieciocho relatos móviles, en ellos aparece el teléfono como canal de comunicación habitual y parte integrante de la literatura. Esta edición limitada reúne firmas tan singulares como Espido Freire, Soledad Puértolas, Juan Manuel de Prada, Rosa Regás, Ana María Moix, Luisa Castro…
Su vertiente
más pública es controvertida, algunos críticos consideran que está más
preocupado por mantener la tensión en su escritura que por el número de
ejemplares vendidos. Sus obras han
recibido buenas críticas... sin embargo ha pasado desapercibido para el
público. En la presentación del Espiritista melancólico afirmó “La
literatura poco tiene que ver con los números”.
En una
entrevista destaca en el panorama de la narrativa actual a Marsé, Caballero
Bonald, Luis Mateo Díez… en general. Entre sus favoritos Shakespeare,
Dostoiewski, Faulkner y Ana María Matute.
En 1992
escribió un libro de relatos, Extranjeros
en la noche, y al año siguiente la novela Modelo de pasión (que obtuvo
el Premio Andalucía). En 1995 escribió Los héroes de la frontera, un
itinerario por el lado salvaje de la vida y de la literatura. Un ciego
obsesionado por su vecina descubre un asesinato y la chantajea. Su confidente
es un curiosísimo personaje, un escritor
fracasado.
Su siguiente
libro, Las bailarinas muertas, de 1996 consiguió el Premio Herralde y
Premio de la Crítica. Un
adolescente recibe cartas del hermano que se ha ido a bailar a un cabaret de
Barcelona. Percibe esa vida intensa cargada de falsedades. En palabras de
Caballero Bonald se consagra como uno de los mejores escritores de su
generación.
En 1999 presentó El nombre que ahora digo y en el
2001 El
espiritista melancólico. El siguiente libro, El camino de los ingleses,
obtuvo el Premio Nadal en 2004 y fue llevada al cine por Antonio Banderas, con
el guión de Antonio Soler .
Combina con
maestría diversos registros lingüísticos, equilibra los momentos de violencia
con los de mayor ternura y erotismo (tríos, la sugerencia de unas uñas
pintadas, un olor…).
Su voz
narrativa se inserta en la tradición cervantina y quevedesca (sus juegos
dialógicos, sus contrastes, su dominio lingüístico). La predilección por
personajes con dificultades físicas o psíquicas (enanos que aparecen en
distintas novelas, enfermos mentales…) o la caracterización marcada por un
rasgo o comportamiento muy particular nos recuerdan la prosa galdosiana. Rasgos
románticos son el enfrentamiento con el mundo, el cumplimiento del “fatum” y el
hastío vital (“tedio amargo” que acuñó
Meléndez Valdés).
La descripción
de ambientes sórdidos, canallescos…
están en la línea de Valle-Inclán, Cela… Antonio Soler humaniza personajes
degenerados, nos muestra sus angustias.
Destacan las descripciones
costumbristas: “volvía a mirar al Balito y a las paredes, el almanaque, el
altillo con la bicicleta desguazada y las cajas apiladas”, , una tienda
denominada “El sol sale para todos”…
La influencia
de Marsé es muy marcada en cuestiones de identidad y la importancia del
nacimiento…. También en personajes relacionados con Últimas tardes con Teresa
: María José la Pija
que se va a Barcelona y deja una foto en El camino de los ingleses ,y el señorito con dinero, Bielsa, en El
sueño del caimán. La recreación
de su Málaga natal (aquel “Territorio Soler” que acuñó el periodista José
Castro) tiene que ver con la Barcelona mítica
recreada por Marsé, un marco adecuado
para un universo narrativo propio.
El
camino de los ingleses contiene fragmentos de gran lirismo, la poesía
adquiere un poder similar a la catarsis, salva el recuerdo a pesar del dolor y
la melancolía. Dulcifica comportamientos, salva del tedio. Incluso a esa
función de la literatura en general parece aludir el narrador: “Al recordar
aquel tiempo voy resucitando una parte de mí mismo”. Destaca la visión
particular de ese narrador que conoce por lo que se decía en el pueblo, por lo
que le han contado muchos años después. Se permite avanzar algunas
sensaciones y cuestionar algunas de sus
fuentes.
Nos conmueve
ese “poeta que no escribió ningún verso” que identifica la poesía con la Divina Comedia de
Dante, un libro que le regaló un señor antes de morir. Por supuesto, enamorado
locamente de su “beatrice”. La
intertextualidad es muy marcada en ciertos pasajes, inserta por ejemplo: “Mi
deseo estaría satisfecho sabiendo la fortuna que me aguarda”.
En muchas
ocasiones aparece la venganza por la
propia intrahistoria de la vida, la pasión a la huida, la reconciliación con el
pasado, la marca indeleble de ciertos episodios de nuestra vida, la rebeldía de
mantener la libertad…
Sobresale, en
ocasiones, la metalepsis
o alusión a la propia labor de escritura: “quizá entonces empezara a fraguarse
el propósito de vencer aquellas desapariciones y sacar a la luz algún día, más
de veinte años después, aquel paisaje del cual empezaba a retirarse el sol… para
no volver hasta mucho tiempo después”.
Nos llama la
atención su cuidada selección léxica: “realidad líquida”, “auscultando los
silencios de la noche”, “olor salado”, “pechos rozando, tenues, contra la
camisa blanca –seda, flum-flum, flum, flum, seda-, “amasijo de camisetas”. La
plasticidad de sus imágenes resulta llamativa :“llevando plomo y miedo en los
bolsillos”
En mi opinión,
consigue un universo narrativo diferenciado, una voz peculiar –entre cálida y
dura- que cautiva al lector. Tiene conciencia del valor estético que maneja,
domina una prosa cuidada, sensorial, sugerente… con muchos contrapuntos
tragicómicos de la mejor raigambre. ha
sido calificada por algunos críticos como intensa, exuberante, controlada…
Antonio Soler
identifica escribir con respirar, señala que con sus libros quiere aportar una
mirada personal sobre el mundo, hacer pensar, vivir otras vidas, conmover… Ojala, no nos ocurra como a su último
protagonista, ojala podamos seguir creyendo en las palabras.
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