ELOGIO
DE LOS LIBROS, Álvaro Valverde, 2002
Por la descripción del paraíso, y la ceguera de Tobías y por el viaje de Jonás alojado en el vientre de
una ballena.
Por las aventuras de Ulises a través de un mar color de vino y por la explicación de sus
hazañas hasta que pudo regresar a Ítaca.
Por las enseñanzas de Virgilio acerca del tiempo que nos huye, irremediable, y,
cómo no, por las de Horacio, que nos animó a disfrutar del momento que pasa y a llevar
una vida retirada y modesta.
Por los jardines y fuentes de los versos árabigos, porque evocan la pérdida del inmenso
desierto.
Por la flor del cerezo y la luna y el río, y por los pabellones y por las
batallas que cantan los poemas de los clásicos chinos.
Por el amor que ha abierto las murallas de todos los castillos de la historia y
por los trovadores
que
inventaron el modo de asaltarlas.
Por las coplas
escritas a la muerte del padre, y las noches oscuras y la senda escondida, y la
hermosa locura que inventó Don Quijote.
Por el
descenso a los infiernos donde habitan los monstruos y el ascenso a los cielos donde viven
los ángeles.
Por la busca
del tiempo que creímos perdido en la patria feliz de la infancia.
Por los
cuentos de hadas y los cuentos de lobos, por su felicidad y por su miedo.
Por los cantos
oscuros de las tribus remotas, tan acordes al ritmo con que suena la Tierra.
Por los mares del mundo: los del norte y sus sagas, los del sur y sus islas; y
los de la persecución de Moby Dick y los profundos del Nautilus.
Por los héroes
de leyenda y los seres reales porque son las dos caras de la misma existencia.
Por las volteretas de todas las vanguardias y los sueños que inventan con sus saltos
festivos.
Y por todos los libros, incontables, que admiten recordar lo olvidado y volver
a lugares
donde nunca estuvimos y vivir esas vidas que jamás viviremos. Porque el mundo es
un libro que nos lee y que escribimos.
Vinculo también la lectura con mi "oficio" de transmitir la pasión por ella. Llevo impregnada en la piel estas citas, y me las recuerdo demasiadas veces para encontrarle un sentido al quehacer diario:
Educar a los hombres no es como llenar un vaso,
es como encender un fuego.
Aristófanes
Los
hombres aprenden
mientras enseñan. Séneca
Me lo
contaron y lo olvidé;
lo vi, y lo entendí;
lo hice, y lo aprendí.
Si
quieres aprender,
enseña. Cicerón
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